16 jun 2011

Pedaleando hacia ningún lugar.

Pasaba un día por uno de esos centros de spinning donde a través de una vitrina gigantesca ves a decenas de mujeres y hombres con apariencia de penitentes sudando a mares y luchando contra sus propias carnes trémulas, mientras pedalean bicicletas inmóviles y miran videos musicales en pantallas de LCD.

Me detuve ante la escena como quien se encuentra ante un diorama del museo de historia natural. Sólo faltaba un letrero explicativo que nos hablara de estos humanos que encarnan una paradoja viviente: montados todos en el más bello vehículo que haya inventado el hombre, pero sin ir a ninguna parte.

Moviéndose sin moverse, pedaleando sin que la sustancia de ese esfuerzo se manifieste en el milagro de la brisa sobre la piel ni en las maravillas del trayecto recorrido.

Sus rostros reflejaban agobio y desesperanza. Quizá nostalgia de la bicicleta primigenia. ¿Se acuerdan cuando nos subíamos a la bicicleta para desplazarnos? ¿Se acuerdan cuando no nos daba miedo caer? ¿Se acuerdan para qué es que ruedan las ruedas?
La escena me pasmó. Pensé que ese centro de spinning tan cool podría ser muy fácilmente una sucursal del infierno. El lugar a donde van todos aquellos que hacen mucho ruido y pocas nueces, esos entes que se esfuerzan pero permanecen en el mismo sitio y nunca entienden por qué otros avanzan y ellos no. Los que forman una de las legiones más numerosas, frustradas y frustrantes de este país: la legión de los que le “echan ganas”.
No lo sé, probablemente me equivoque… o tal vez no. Lo que sí es seguro es que muchos amantes del spinning estarán enfurecidos después de leer esto. Entonces, decididos a todo, subirán a sus bicis inmóviles y dirán: “¡A él!”. Luego pedalearán y pedalearán y, sin embargo, no se moverán de su sitio.

Decenas de preguntas me tomaron por asalto sin que pudiera aventurar respuesta ante aquel incesante simulacro de movimiento: ¿Acaso a esto vinimos al mundo, a pedalear bicicletas inmóviles? ¿Cuál es el sentido de la existencia? Y la más importante: ¿En qué momento los seres humanos decidimos adoptar el modelo de vida de los hámsters?

Entiendo que el spinning fortalece el sistema cardiovascular y quema el colesterol, pero por otro lado el encierro y la inmovilidad deprimen. Si yo, nada más de verlos a través del cristal me deprimí, imaginen si estuvieran ahí adentro pedaleando bicicletas ajenas sin sentir lo bonito de “pedalear bicicletas ajenas”.

Si los pobres que pedaleaban ese día en el spinning center hubieran podido verse con mis ojos, probablemente hubieran decidido salvar la poca dignidad que les quedaba y habrían vuelto a su vida de vicios y autodestrucción, pero no, nadie puede verse con los ojos de otro y todos en algún momento de nuestras vidas hemos sentido como que pedaleamos una bicicleta con ruedas cuadradas. Pero claro, es una sensación, es una metáfora, no pagamos para hacerlo, o, más bien, no solíamos pagar para hacerlo.

En fin, si un día quieren subirse a una bicicleta no echen en saco roto la posibilidad de que ésta no se encuentre pegada al piso. En una de ésas hasta los podría llevar a otro lugar.